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El académico Germán Campos, del Departamento de Sociología, Ciencia Política y Administración Pública, analizó las lecciones para iniciar (o no) procesos constituyentes, tomando como puntos de comparación los actuales gobiernos del presidente Boric en Chile y el presidente Petro en Colombia.
Entrevista realizada por el medio internacional: VISION La Revista Latinoamericana.
La propuesta del presidente Gustavo Petro de convocar una Asamblea Nacional en Colombia ha resonado fuertemente durante los últimos dos meses. No es la primera vez que hay un proceso como este en América Latina. Chile también tuvo dos plebiscitos fallidos recientemente para modificar la Constitución actual, vigente desde la dictadura de Augusto Pinochet en 1980.
En entrevista con Germán Campos-Herrera, académico de la Universidad Católica de Temuco, Chile, nos entregó su análisis acerca de estos dos contextos bajo los cuales se han dado estos procesos constituyentes.
A diferencia del consenso buscado frente a una crisis social inmediata que surgió luego del estallido social en 2019, la iniciativa de Petro se enfrenta a un entorno político más confrontacional, con una clara crítica al sistema y un distanciamiento de las élites políticas tradicionales.
A través de este análisis, se pueden entender las razones detrás del fracaso de la constituyente chilena e identificar las advertencias y aprendizajes que podrían aplicarse al caso colombiano.
VISIÓN: Inicialmente quiero que hablemos del contexto que vivía Chile cuando se propuso hacer la nueva Constitución en el 2019.
Germán Campos-Herrera: Aunque desde hacía varios años se habían instalado una serie de demandas como la reforma al sistema de pensiones, al sistema de salud y a la educación, en el marco del estallido social, “la última gota que rebosó la copa” fue el aumento de los pasajes del metro en Santiago de Chile.
Esto generó una ola de protestas en las estaciones del metro, evasión masiva del pago y una serie de manifestaciones violentas que llevaron al Gobierno a tomar cartas en el asunto y decantar institucionalmente que todas las demandas debían ser recogidas en una nueva Constitución.
Sin embargo, ya se había hablado de esta propuesta desde el gobierno de Michelle Bachelet. En ese momento quedó ahí la posibilidad, pero se reactivó en el segundo mandato del fallecido presidente Sebastián Piñera.
VISIÓN: ¿Cuál es la diferencia entre la propuesta constituyente del presidente Petro en Colombia y la que en su momento le tocó al gobierno de Gabriel Boric?
G.C.H.: En Chile se dio durante el estallido social en el gobierno de Piñera y la de Petro fue post-estallido social. Por ende, se dan en dinámicas y momentos diferentes, pero el resultado a la larga puede llegar a ser igual.
Uno surge en un gobierno de derecha, como el del expresidente Piñera, en contraste con Petro, que es el primer gobierno de izquierda de la historia en Colombia.
La segunda diferencia es que Piñera lo hizo en consenso frente a un problema eventual como solución a una tensión social que se estaba presentando; no es un desafío como tal a la clase política.
En Colombia, la característica predominante es que es confrontacional, es decir, hay una crítica al sistema. Una de las primeras manifestaciones de Petro es el distanciamiento de las élites políticas, particularmente con el Congreso, pues al principio tuvo buena relación, pero rápidamente salió de la coalición. Esto hace parte de la forma como se está tratando de implementar el proceso constituyente Petro ahora y las diferencias que hay con el chileno.
VISIÓN: ¿Cuál fue la razón del fracaso de la constituyente chilena?
G.C.H.: Una de las razones que llevó a que este proceso no se cristalizara en una nueva Constitución es que partió primero en unas demandas específicas, pero en la evolución de los temas país cambió y se desfiguró el proceso.
Lo otro es que llegó con un paquete de muchas demandas y el plebiscito se personalizó, es decir, los que estaban a favor del cambio constitucional eran, en primer momento, los que estaban alineados con el presidente Boric. Después él intentó desmarcarse un poco, pero era muy tarde para ese cambio y la gente en Chile asumió que quien estaba a favor de la constituyente era partidario de ese gobierno.
Personalizar un evento de este tipo como los plebiscitos es una potencial causa de fracaso, independientemente de quien sea el que la lleve a esa instancia.
Lo mismo está pasando con Petro: lo está personalizando. Por tanto, allí hay elementos que le pueden llegar a jugar en contra si no lee bien el panorama político donde está instalando esta propuesta.
Hay que aprender de la experiencia chilena que hay un gran paquete de necesidades que todos los países tienen, pero si van desdibujando las demandas sociales en el proceso, la gente no va a entender, y eso pasó en Chile. Fueron agregando más requerimientos y al final no sabían qué iban a votar.
Petro tiene también un paquete de reformas refundacionales del Estado y del sistema. Es normal que cualquier mandatario de un país quiera esos cambios por el bien del país; puede que Petro quiera esto en el fondo.
Pero resulta que cuando se presenta esta visión de un paquete de grandes cambios, la gente se puede asustar y no va a entender el mensaje.
Otro de los aspectos que provocó el fracaso de la constituyente fue que el proceso se fue empañando por una serie de escándalos. Se tornó poco serio por personalidades independientes que no han tenido experiencia en política; finalmente descubrieron que estaban involucrados en escándalos políticos y a nivel privado.
Si Petro cambia cada rato de discurso también les da poca consistencia a los colombianos acerca de qué es lo que quiere apostar.
Un elemento importante es un documento que hace un tiempo sacó la Presidencia de Colombia acerca de qué era el proceso constituyente, que no iba a cambiar la Constitución.
Allí hay una definición encontrada porque un proceso constituyente precisamente lleva un cambio de Constitución, pero en el documento expresa que no lo es. No soy abogado constitucionalista, pero el sentido común me lleva a que, si vas a generar un proceso de generar un cambio en la Carta Magna significativo, no es una reforma, porque para ello entonces existen las reformas. Pero si va a esa instancia no reformará estructuralmente muchas cosas.
VISIÓN: ¿Qué sucedió en Chile para que rechazaran la constituyente dos veces? ¿Por qué los ciudadanos no se sintieron representados en ninguna de estas dos ocasiones?
G.C.H.: Cuando las personas votaron un rechazo inicial, entendieron que el Gobierno quería forzar esa decisión. Entonces hubo una desconexión con las demandas iniciales. No se veía como un proceso tan legítimo porque después se le dio la instancia a una Comisión no constituyente de expertos donde elaboraron un nuevo documento, pero en él seguía la desconexión con la ciudadanía; eso también pierde un poco de legitimidad en el proceso.
El gobierno de Boric quiso aprobar la Constitución bajo cualquier circunstancia, obviamente desde el marco institucional, pero un poco forzado. Esto llevó a la gente a decirle al Gobierno que estaba insistiendo en algo que se votó.
Y precisamente por eso le generó este impacto negativo no solo a la coalición de izquierda, sino también en la segunda vez que se rechazó al movimiento de la izquierda más radical que está mucho más polarizada, que es el Partido Republicano con su figura principal José Antonio Kast, porque ellos fueron los que diseñaron el último texto que se rechazó.
La dinámica del proceso chileno se empieza a desvirtuar con el tiempo, no respeta la voluntad popular después de haberse aprobado primero, pero este se aprobó bajo unas condiciones específicas.
Primero, la mayoría de la gente no fue a votar. Fue también en un periodo relativamente reciente de pandemia y muchos, sobre todo de aquellos rangos de personas más mayores entre 50-60 años, no fueron a votar y, aparte, fue bajo la condición de voto voluntario.
En cambio, el primer rechazo a la constituyente se hizo postpandemia; la mayoría podía salir a sufragar y, segundo, el voto ya era obligatorio.
Lo que vamos es que el presidente no ha podido cristalizar una agenda propia. Ahora hay una delicada situación de seguridad, de la percepción de seguridad y los altos índices de criminalidad que lo obligaron a modificar las prioridades.
Porque los temas iniciales con los que empezó el estallido social se desvirtuaron. La misma reforma fiscal que financiaba todos estos programas tampoco la está llevando a cabo, entonces el presidente se quedó sin armas institucionales para generar esos grandes cambios.
Petro creo que no está leyendo esas señales. Así como lo dije hace un buen tiempo atrás, si Boric tenía que ser más aterrizado con sus transformaciones, creo que Petro debería aprender eso también.
VISIÓN: Algunos analistas consideran que estos últimos cinco años para la sociedad chilena se han perdido. ¿Qué opina sobre esta afirmación?
G.C.H.: Cuando se pierde la constituyente, Boric tiene que realinear su agenda, y lo que ahora importa, como lo reflejan las encuestas, es que los intereses están alineados en tres ejes: primero, seguridad, delincuencia y migración. En eso se ha enfocado en tratar de mitigar esos problemas.
Sabemos que esas agendas no son propiamente de la izquierda democrática, son problemáticas más conservadoras alineadas a la derecha.
Ahora, en esta última etapa, se está volviendo más a los temas de centroderecha, como la percepción de seguridad, cómo enfrentar la delincuencia y la migración ilegal. Hay muchos que están diciendo que probablemente después de este Gobierno va a haber un giro nuevamente a la derecha. Pero es algo característico en este país. Si se mira el cambio de presidentes después de la dictadura y puntualmente después de los 2000, primero fue un presidente más de izquierda, después de derecha, es decir, Bachelet, luego Piñera, y así ahora es Boric de izquierda. Lo más posible es que el cambio político va a ser hacia la derecha y las agendas serán las mismas que se han instalado en el último tiempo.
VISIÓN: ¿Cuál es la diferencia entre la izquierda de Boric y la de Petro?
G.C.H.: En Ciencia Política, el concepto de una sola izquierda o derecha ha evolucionado; en ese sentido hay matices dentro de ambos sectores. Yo no podría comparar, por ejemplo, en el año 2000 en la Marea Rosa, las izquierdas en América Latina. Es muy diferente lo que hizo Chávez en la izquierda a Bachelet en el Partido Socialista, porque hace una reforma más de Estado de bienestar.
Si miramos en términos de la derecha, no podemos decir que Jair Bolsonaro en Brasil era lo mismo que el expresidente Juan Manuel Santos en Colombia, y estuvieron en un momento relativamente similar, o incluso también durante el periodo del expresidente Duque. No podemos compararlos porque son derechas con matices.
Petro, por otro lado, encarna un poco más hacia la izquierda. Y por eso precisamente hay matices. Boric tuvo que hacerse cargo de la dinámica del país, entender el nuevo escenario y asumir esta nueva agenda.
Petro tiene que empezar a leer bien el escenario que tiene ahora y ver si tiene la mayoría en ambas cámaras y la suficiente aprobación presidencial. Además, debe analizar quiénes en el ámbito internacional lo están apoyando. Porque eso es algo no menor; cuando presidentes o líderes mundiales están a favor, le empiezan también a dar imagen al país.
VISIÓN: El presidente Petro ha llamado al pueblo a movilizarse y protestar ante el Congreso por la no aprobación de sus reformas. ¿Cree que este modelo se parece al chileno, el cual llamó en su momento a las calles a sus bases violentas?
G.C.H.: Hay algunas diferencias. En Chile, el presidente Boric no ha convocado a las calles a movilizarse violentamente, o por lo menos no igual que durante el estallido social, que llamó a participar en movilizaciones desde su propio sector político para mostrar el apoyo que tenía. El presidente chileno ha manejado el marco institucional o la participación convencional.
Pero Petro está dispuesto a tomar iniciativas de una participación política convencional, es decir, vamos a votarlo, a llevarlo al Congreso, y a la vez quiere generar una participación política no convencional. Y es lo que ha manifestado: convocar a hacer marchas, tomas, diciendo que si las cosas tienen que acabar en otras instancias se tiene que hacer.
Lo que sí es que generalmente es una estrategia que utilizan muchos presidentes en América Latina y el mundo en asuntos muy polarizados o controversiales: medir su fuerza electoral y demostrar el suficiente apoyo para que la oposición sepa que tienen un respaldo significativo y que consideren algunas posturas de los mandatarios.
Trump lo hizo en su momento, movilizó a muchos simpatizantes que lo apoyaban. Chávez también lo mostró al principio, visibilizando esa fuerza electoral importante y llevó a la oposición a ser muy tímida porque tenía gran apoyo.
Lo que intenta de igual modo hacer Petro es analizar cuál es su fuerza de apoyo y mostrarle a la oposición política colombiana que es importante y tiene con qué hacerles frente.
La lección más importante que da Chile es que a los ciudadanos no les gustan los cambios extremos, ni tanto a la izquierda ni tanto a la derecha, porque cuando fue el primer documento que rechazaron era muy cargado a la izquierda, y el segundo más hacia la derecha del Partido Republicano, y se fue abajo del mismo modo.
Los chilenos prefieren cambios graduales y eso mismo puede pasar en Colombia, sobre todo ahora en el contexto en que está. Probablemente hubiera funcionado tiempo atrás muy cargado a la derecha, pero el colombiano promedio prefiere cambios graduales a cambios radicales.
Fuente: https://larevistavision.com/articulo-355-natalia-open.html